viernes, 6 de mayo de 2011

El cordel que enlaza tu dedo, Alejandro Páez

Ya no pienso en las mañanas de sol. Pienso en mañanas madrugadas de noche, nacidas prematuramente, con conveniencia sólo para usar el baño. Pienso que he envejecido lo suficiente para recordar, y aún así recuerdo la película sobre el muchacho Dante, convertido en toro, sin poder escapar del laberinto ni fluir entre sus muros. El Dante –Toro del fotograma, soy yo a veces, pero la mayor parte de la trama es una pretensión pobre del director para sugerir, la profundidad del literato. Tendría que despertarme, no en la memoria, sino en el sueño. Recorrer los pasillos del pasado, pero como ejercicio onírico, como el Dante-Toro, llegar a un punto de la secuencia, donde la veo a ella y la esquivo. A ella mi Lucia, mi Lula, mi cosita pequeña, convertida ya en Toulouse, para siempre ajena, para siempre dormida. El cordel que ata su dedo meñique al mío, se extiende por a través del océano, aunque a veces se corta, aunque a veces zigzaguea, sube de un salto hasta la luna y desaparece de infinito, por infinito ya no existe más. Pero la secuencia de sueño consiste en la presencia vouyerista, acoso metafísico la cual siendo invisible, respira con potencia pedante. La peripotencia de la cámara soy yo, pero también soy yo el Dante-Toro. Relación tensa. Algo se tensa, miro mi mano-pezuña, el cordel de hilo lleva a la Donna, la Donna es ahora mi amante, y es mucho más que eso. Me recuerda por qué estamos en la casa de Héctor con los muchachos. Pasea por las habitaciones de la casa, cuando el asado ya está frío y el partido de Racing y Colón es una pasión inútil, sobre todo para los hinchas de Racing. El juego es correr en el laberinto, encuadre aberrante de Goundry sobre sus personajes en la playa.

Me acerco a Donna, la Donna-Beatriz cuando yo soy Dante-Toro. El guión debería enmudecer ahora, pero no lo hace, descanso un poco cuando su rúbrica tiene por mandato la carcajada y puedo examinar su rostro y sus pechos. Cuando hay silencio, ya, no hay Beatriz ni Dante, sólo queda el minotauro con su hija atados por un cordel.



Despierto con seis décadas escritas en la articulación de los huesos. La mujer que está a mi lado se despierta, lo hace con ternura, y ojalá esta mujer nunca me falte. La historia de mis huesos es también su historia. En medio de la noche, pero ahí cerca el crepúsculo, me dirijo a la cocina donde está el teléfono. Busco el número de la residencia de Lucía en Toulouse, sé que está en la heladera, allí entre las fotos de las vacaciones y la publicidad del delivery. Respiro, y marco el número. Me pregunto por la horrorosa vicisitud de la atmósfera, para mi incompresible, me pregunto si puedo empezar a hablar con la metáfora, y recordar, no en la memoria, sino en el sueño.

14 comentarios:

  1. Petrovich y Catalina , me encanta que sean esos sus nombres. Incluso me gusta como suenan en contigüidad, como si una suerte de orden melódico hubiese dispuesto que primero lea Petrovich y luego Catalina. No me atrevo a jugar con esa sintaxis poderosa, prefiero la pasta de dientes y la reverencia. Prefiero este momento lejano de los nombre como poesía, como flor y como tallo, mi convención sobre lo que realmente quiero escuchar: "ha estado bien"- dijo- "ha sido bonito".

    ResponderEliminar
  2. Seis líneas de "prosa espontánea" bien valen un año en cana. Así me supo decir un chanta, y me hizo reír. Petrovich y Catalina yacen mansos en el tálamo de Venus. ¿A esa cómo la ves, Besodeperro?

    ResponderEliminar
  3. No tengo reparos, Petrovich, me gusta la frase y voy a guardarla para la noche turbia del bar y del levante. No soy noble, para nada, y mis intenciones, tal vez, sean las peores. Pero reconozco tu empatía, y sé que no te queda otra que ser amigo. Después de todo ambos estamos atrapados en la cámara del vacío existencial de Dostoievski.

    ResponderEliminar
  4. No sé bien de quén viene siendo esta cámara de vacío, pero díganme dónde está la escotilla, que no juego más yo.

    ResponderEliminar
  5. Petrovich, no se alarme, que la cosa recién empieza. Por cierto... quién es Besodeperro? Ya que está, por qué no manda un relato Ud también?

    ResponderEliminar
  6. Mi interés en este caso es denunciarlos. El ejercicio que Reducto 23 invita va dirigido a poetas y no fueron poetas los que respondieron al llamado sino operarios y técnicos, artífices de una visión clandestina del lenguaje. Para esto me quiero referir a la mejor de todas y en la contraposición con ella develar nuestro verdadero rostro: por supuesto, el rostro del farsante. Catalina Adriana Giménez escribe: “Lo incomprensible era su territorio”. Sólo esta forma, la sustantivación, da cuenta del ingenio propio del artista.
    La adjetivación, por otro lado, que recurso pobre y que aventura superarla. Yo también caigo en ella, no estoy libre, por que escribo articulando la forma "esa" pura de escritura que ronda el aire. Escribir lo que no está en el aire es lo nuevo, no esa cosa usada, escrita infinitamente, estropeada.

    ResponderEliminar
  7. Besodeperro, no se olvide que recién estamos en la etapa de convocatoria... por el momento recibimos textos y los posteamos en su totalidad sin ningún tipo de discriminación. Habrá una selección antes de pasar a la siguiente consigna y ahí si que se discriminará a lo loco.Mande un relato Ud también así jugamos todos (Frank y Deamon ya aportaron los suyos y en cualquier momento se viene el mío).

    ResponderEliminar
  8. Besodeperro, me revienta lo rimbombante de tus comentarios. Qué necesidad de escribir tan pelotudamente? Dejá el personaje de lado y escribí como la gente normal.

    ResponderEliminar
  9. Me sorprende, Frank. Y su bien invito a hablar sin reparos, no aprecio la forma insultante con la que se dirige a mi persona. Por que no mejor volvés al Fallout y le dejas el ejercicio literario a los mayores.

    ResponderEliminar
  10. Al final tanto comentario me hizo olvidar si el texto me gustó o no. Pero voto porque me gustó. Igual, me faltan algunas referencias como para interpretarlo "bien".

    ResponderEliminar
  11. Voto por el relato del chico en cuero. Y muy bueno lo de la aventura de superar la adjetivación jaja

    ResponderEliminar