martes, 19 de abril de 2011

De una volada, Germán Maretto

Incomprensible. No entendía por qué tenía tanto miedo a cambiar. Marta, treinta y siete años, soltera; con un ojo chatea con Angie, con el otro escanea la puerta de su jefe. Si se abre, hará Alt+Tab, la ecuación salvadora y volverá a la pantalla del sistema de administración: altas, bajas y modificaciones de clientes; altas, bajas y modificaciones de productos; altas, bajas, modif…
“Angie dice: k hasemos? Te prendes o modifico el plan?” Marta mira y mira. La pantalla parece de autocine, más auto que cine; uno que se la quiere llevar puesta. Viene en quinta, agarra una loma de burro y da un salto: “Angie te ha enviado un zumbido”. El paragolpe le pega en la frente. “Dale loca, t tengo ganas, vos no?”
El acoso no para. Empezó como un juego, pero las minas no son como los tipos. No usan ametralladora si no rifle de precisión. “Dale yegua, bien que te gustó que te meta mano”. Un tiro atrás del otro, espaciado pero infalible. Angie le está dejando el blindaje hecho un gruyere.
Marta ahoga una carcajada.
Piensa en la noche que la conoció. Harta de buscar laburo, decidió cerrar el viernes buscando un tipo. Debía perder su miedo al cambio, apostar por armar pareja y por qué no, una familia. Además, en un boliche no tendría que hacer cola para entrar ni dejar un currículum… aunque sí para el baño. Lo supo cuando tuvo que cruzar las piernas y apretar las manos un buen rato antes de entrar.
Atrás de ella tenía una pendeja. Se dio cuenta por las cosquillas en la nuca, típicas de quien no te saca la vista. La niñita, porque podría ser su hija, la miraba; o mejor dicho, la recorría. Sus ojos eran dos lenguas… y ahí es donde se calienta. De una volada, con sus deditos de secretaria, tipea: www.redtube.com después “Categories” y después “Lesbian”. La pantalla se llena de videítos listos para el click. Se tienta, pero se acuerda de que tiene que tener un ojo apuntado a la puerta de su jefe.
Cierra la página y abre el Explorer de su cabeza. Click y está en la cola del baño. Ahí es todo borroso. Recién recupera el foco en el cubículo. La pendeja le tiró un 100 a la encargada para que las deje entrar juntas. Ahora está con una pierna en el suelo y la otra apoyada en borde del inodoro. Con una mano, Angie le acaricia la entrepierna y con la lengua le sofoca los jadeos. Podría ser su hija, pero qué bien que besa. Se deja fluir. Todo de una volada.
“Angie te ha enviado un zumbido”.
Marta se dispone a contestarle, pero nota que tiene la puerta de su jefe abierta… y su mano en el hombro.
–¿Con quién hablás? –le pregunta él.
–C… c…
–¿Con Angie? –le pregunta al ver la foto de su hija en el Messenger–.
Mirta aprieta los párpados, lista para el golpe.
–No sabía que vos y ella habían pegado buena onda –sigue su jefe–. Es una pendeja divina. Sale a su padre –y se señala, sonriente, orondo, cachondo–. Otro motivo más para salir con vos esta noche. Es tan celosa, que lo pensé un par de veces antes de proponértelo. Ahora veo que no me equivoqué –y suspira.
La mano de él se despide de su hombro con una caricia… que la mal teñida del escritorio de en frente mira de reojo.
Para no mirarla lo mira a él. Tiene buen culo “y es copado”.
“Angie te ha enviado un zumbido”.
Mirta también suspira. Finalmente escribe: “me surgió un inconveniente. Me perdonás, Angie? Modifiquemos el plan. Mañana te lo pago con intereses, jajajaja”.
Y recuerda el viernes en que le perdió el miedo al cambio y decidió intentar armar una familia.

2 comentarios:

  1. Ta bueno. Cuidado que al final dice Mirta. Lectura aceptable.

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  2. Muchas gracias, tordo. Es que lo escribí de una volada, como dice el título. Ya lo modifiqué cuando le hice las correcciones que no tuve tiempo acá.

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