miércoles, 11 de mayo de 2011

El anagrama, Sergio Iturbe

Todo requisito se evade con tecnicismos. Te lo dije muchas veces. Vos me dijiste que no me coja a tu hermana, que éramos amigos. Que un amigo no puede conocer la cara que hace tu hermana cuando se la meto toda. Cuando le termino en la boca y no le gusta. Cuando escupe y me río. Pero no, te digo que estábamos jugando. Jugando al scrabble. Ese juego con letras que tienen puntaje. Y que las x, las y, las z, las letras que menos se usan, valen más. Como pasa con todo. Hasta con tu hermana, mirá vos.

Está bien que yo le puse mis propias reglas, pero me parece demasiado convencional eso de andar bastardeando a un juego tan potencialmente interesante justamente en el living, construyendo palabras tan insignificantes y poco gratificantes como salto, acoso, juego, carcajada o fluir. Me parece incomprensible, además de aburrido. Y, como si fuera poco, ninguna tiene de las letritas que valen más. Una mierda.

Si al menos fueran letras fáciles que formen insultos, tabúes, algo más interesante. Pero no, palabras inconexas que no dicen nada.

Lo que hice, entonces, fue sacar todas las vocales. Las letras más insignificantes. Las que valen menos. Las palabras que todos conocemos bien, las que todos usamos siempre. Y dejé todas las valiosas. Si inventás una palabra que no esté en el diccionario de la RAE, de la vigesimotercera edición, me la tragás toda. Si yo invento, te hago terminar con la boca. Por más que se me ulcere el frenillo de la lengua. Pero vamos a ser justos. Igualdad entre los sexos, qué joder. Eso le dije. Y ella aceptó. Y usamos la habitación porque el living se ve desde afuera. Nunca hablé de coger, que quede claro. No vamos a cagar una amistad por un jueguito de mierda, che. De ninguna manera.

La cosa es que si yo cumplo las reglas, no me rompás las pelotas. Cómo es eso de entrar en la habitación de tu hermana sin tocar la puerta, sin decir algo, sin hacer ruido antes de entrar, pisar fuerte. No, entrás sigilosamente como una rata almizclera.

Qué te pasa, le preguntaste mientras me mirabas con una cara que no me gustó para nada. Cara de reticencia. Nada, tengo una basurita en la boca y no me la puedo sacar, te dijo. Y era cierto. Nunca ninguno de los dos te mentiríamos. Cómo creés. Pero me terminaste echando de tu casa, a las dos de la mañana y haciendo un frío de cagarse. Y en ese barrio de mierda que no pasa un taxi ni por equivocación.

Cuando camino un rato hasta una avenida para que me violen menos personas, al menos, busco la etiqueta en el bolsillo. La encuentro pero no tengo fuego. Y cuando no hay fuego, te juro que podés tener todos los cigarrillos que quieras. Podés estar adentro de la tabacalera Nobleza Piccardo, pero si no tenés fuego te la perdés en el culo. Y eso me pasó. Me olvidé el encendedor al lado del tablero. Busqué como un imbécil en todos los bolsillos del sobretodo, en los bolsillos traseros del jean, en el bolsillo chico. Y ahí encuentro cuatro letras. La a, la u, la t, la p.

Qué coincidencia, che.

Pero no, las tiro a la mierda.

No vaya a ser que te las muestre y te enojes de nuevo. Eso sería lo último, desconocerse entre amigos.

Qué cosa, che. Cómo cambian las cosas.

9 comentarios:

  1. ¿Para cuándo el botón de Me gusta en Blogger?
    Porque me gusta, animal.

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  2. En breve, carmarada Petrovich, en breve.
    Celebremos las 1001 visitas del blog.

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  3. Me gusta es poco. Muy bueno sería como un elogio escaso. Deliranteee!! Mira vos...otro que juega al scrabel , che!

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  4. Y eso que todavía yo no abrí la boca...
    en breve, mi aporte a la causa.

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  5. jajaja..me hizo reir mucho. Y eso es mucho!

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  6. Convengamos que la risa no es mi fuerte, precisamente. No sé si TAN Iturbe, pero bueno. Ponele que sí.

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  7. Me gustó. Me costó un poco imaginarme la hermana de alguien para el relato, pero con esfuerzo le puse forma, Iturbe querido.

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